Adam Foods es una de las cabezas emergentes de lo que fuera ese águila bicéfala de Nutrexpa o, lo que es lo mismo, el grupo alimentario de las familias Ferrero y Ventura. De aquel apolillado grupo quedó la ya mencionada Adam Foods, recogida bajo el paraguas de la familia Ventura y la cual acabaría conglomerando a las empresas dedicadas al mundo de las galletas y similares como lo son Cuétara, Artiach, Phoskitos o Aneto; y, por otro lado, los restos imperiales de la familia Ferrero: Cola Cao, Okey, Nocilla y Mesura, todas ellas dentro de lo que sería desde 2015 el nuevo grupo Idilia Foods.
Así pues, los recién bautizados Adam Foods e Idilia Foods lucen en su salón de trofeos particulares a la fecha de hoy desde los conocidos Surtidos Cuétara, Napolitanas, galletas María, Chiquilín, Dinosaurus, Cola Cao, Nocilla o Marbú, hasta los más recientes Filipinos, Fibra Línea y todo cuanto luzca y reluzca en las estanterías de cualquiera de nuestros supermercados, especialmente en las secciones de desayunos y meriendas. Es decir, un auténtico tributo al azúcar.
Claro que tampoco podríamos pasar desapercibidos frente al que es el nuevo producto estrella de nuestra gallina de los huevos de oro: el Avenacol, una nueva gama de galletas Cuétara enfocada a la reducción del colesterol de manera 100% natural, como a bien reza su eslogan. Hablamos, por tanto, de lo que según la propia empresa sería una fuerte apuesta por la salud –a Dios rogando y con el mazo dando-. Tan es así, que las galletas Avenacol se hallan adheridas al Programa de Alimentación y Salud de la Fundación Española del Corazón (PASFEC) junto a Burgo de Arias, Campofrío Cuidate+, Gullón, La Española, Danacol, Puleva Omega 3 y todo un popurrí de productos alimentarios que, sin orden ni concierto, se reúnen al abrigo de una institución privada sin ánimo de lucro que cuenta a su vez con el aval de la Sociedad Española de Cardiología.
Pero, ¿qué tienen de particular las galletas Avenacol? ¿A qué se debe su adhesión a PASFEC? ¿Cuál es su composición? Pues bien, si vamos por partes, podemos ver de entrada que la letra pequeña de Avenacol luce así: “se ha demostrado que el consumo de 3 gramos de betaglucano de avena al día disminuye/reduce el colesterol sanguíneo. Una ración de galletas Avenacol de 50 gr (3 galletas Digestive o 6 Rústicas) aporta 1 gr de betaglucano de avena, en el marco de una dieta variada y equilibrada. Una tasa elevada de colesterol constituye un factor de riesgo en el desarrollo de cardiopatías coronarias”. Betaglucano y reducción de colesterol. Ya tenemos una primera aproximación de hacia dónde nos dirigimos.
Pasemos ahora a su composición: harina de trigo, azúcar, Oleoequilibre 15% (aceites vegetales de girasol alto oleico y palma), copos de avena 14%, Avenacol 10% (salvado de avena alto en betaglucano), jarabe de glucosa y fructosa, sal, aroma, emulgente (lecitina), gasificantes (carbonatos de amonio y de sodio). A un primer vistazo, ninguno de sus ingredientes presenta particularidad alguna, salvo Oleoequilibre y Avenacol. ¿Y qué son estos componentes? Por lo pronto, vemos que Oleoequilibre es una marca per se, registrada a nombre del grupo Idilia Foods SL con el número de expediente de la Oficina Española De Patentes y Marcas M-2864697. De hecho, podemos consultar en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial la concesión de marca y sus atributos, de los cuales queda meridianamente claro que se trata de aceites y grasas comestibles, tal y como vemos en la composición de las galletas pese a lo pomposo del nombre. Aceite de girasol y aceite de palma. Sin más. Por el otro lado, tenemos como elemento que se escapa a lo que estamos acostumbrados otro ingrediente algo particular: Avenacol. En este caso, podemos ver que Avenacol es igualmente una marca registrada a nombre del grupo Idilia Foods SL nuevamente con número de expediente de la Oficina Española de Patentes y Marcas M-3024428, adscrita al grupo 30 de la clasificación de Niza: harinas de avena y preparaciones a base de avena, pan elaborado con avena, productos de pastelería y confitería elaborado con avena, galletas elaboradas con avena. Nada nuevo bajo el sol, como bien podemos observar.
Pero, ¿qué hay del colesterol y el potencial de reducción del mismo? Para ello nos ceñiremos única y exclusivamente a las propias sentencias y atribuciones del producto. Como hemos señalado anteriormente, Avenacol se atribuye la capacidad de reducir el colesterol sérico en aquellas personas que presenten unos valores elevados del mismo gracias al betaglucano de avena, siempre y cuando ingiramos 3 gramos y sabiendo que una ración de galletas nos brindará 1 gramo de betaglucano. Así las cosas, tirando de papel y boli, necesitaríamos 3 raciones de 50 gramos (3*50 = 150 gr) o lo que es lo mismo: 18 galletas. Además, sabemos igualmente que una galleta tiene 40 kcal según se sustrae del propio envase. Así pues, 240 kcal una sola ración. Si tomásemos las 3 necesarias a fin de obtener los 3 gramos de betaglucano serían 240*3=720 kcal al día como galletas. El paquete tiene 300 gramos, por lo que necesitaríamos un paquete cada dos días o tres paquetes y medio a la semana. Considerando asimismo que el precio baila alrededor de los 2,5 euros, nos plantamos con unos 8,75 euros a la semana en galletas. 35 euros al mes. Maravilloso. Claro que cada uno habla de la Feria según le va en ella. Para algunos pesarán más las 720 kcal y para otros los eurillos.
Volviendo a la composición, hemos dicho que se trata de unas galletas al uso, con su rosario de azúcares, trigo y aceites de baja calida, todo lo que precisamente necesitaría una persona con dislipidemia. Por no mencionar que el contenido en copos de avena es de un lastimoso 14% y un 10% de Avenacol, un modo elegante (o sea, publicitario) de hacer pasar por la pila bautismal al salvado de avena de toda la vida. Huelga aclarar en este punto que el salvado de avena podemos encontrarlo inmaculado en cualquier establecimiento (incluido Mercadona) por poco más de 1 euro el paquete de medio kilo, al igual que la propia avena entera. Por tanto, por mucha pompa que se dé el susodicho Avenacol, no es para nada un elemento bioactivo inaccesible para cualquier ciudadano de a pie preocupado por su salud, sino que se trataría de un producto de lo más común y, sobretodo, bastante más económico que lo nos ofrecen los chicos de Adam Foods. Si a pesar de esto, lector, quiere seguir malgastando su tiempo, dinero y paladar (hay muchas maneras y mejores de desayunar que unas galletas), adelante. En el pecado llevará la penitencia; pero si le empieza a dar en el olfato de zorrillo ese olor a fraude, pise el pedal del contenedor y haga un mate a dos manos sobre el aro de la basura. Nadie necesita gastarse 35 euros al mes en un producto vendido a troche y moche cual fármaco hipocolesterolemiante y que no es más que un mísero mejunje horneado de azúcares, aceites de baja estofa y mucho, muchísimo maquillaje. ¿O acaso no es puro y duro maquillaje el hecho de engalanar semejante producto con el sello de la Fundación Española del Corazón? Claro que, dicho de un modo más castizo, también tiene otro nombre: sinvergonzonería. O picaresca levantina, tanto monta.
No en vano, en la propia página web de Avenacol podemos leer dentro de la sección de preguntas y respuestas lo siguiente: «¿qué pasa si se deja de consumir Avenacol?». Una pregunta para la cual no haría falta recurrir a los astros para conocer su respuesta, pues la propia empresa sentencia sin dolerle prendas que «los efectos positivos sobre los niveles de colesterol desaparecen y los niveles de colesterol vuelven a los valores de partida». ¡Escalera Real y Póker de Ases! Primeramente generamos un problema inexistente, para después, a renglón seguido, recurrir al miedo como reclamo y, finalmente, vendernos la salvación. Introducción, nudo y desenlace. Así pues, debemos de tener claro que, una vez sepamos que poseemos el supuesto problema, hemos de ser esclavos eternos del Avenacol que tan en gracia nos ponen sobre las manos a cambio de una limosna. Toda una genialidad de la Salud Pública. Oye, que lo dice la Fundación Española del Corazón y más de 100 publicaciones científicas. De hecho, la propia web enlaza un estudio de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria para quien la desconozca) y el Reglamento (UE) No 1160/2011 de la Comisión de 14 de noviembre de 2011 sobre la autorización y la denegación de autorización de determinadas declaraciones de propiedades saludables en los alimentos y relativas a la reducción del riesgo de enfermedad, visitable en el Diario Oficial de la Unión Europea a fecha de 15.11.2011:
Lowering blood LDL-cholesterol concentrations is a beneficial physiological effect by decreasing the risk of coronary heart disease. The applicant identified a total of 22 references, which included three meta-analyses and 19 randomised controlled trials, as being pertinent to the health claim. In weighing the evidence, the Panel took into account that most of the trials investigating the effects of oat beta-glucan at doses of at least 3 g/d have shown a statistically significant decrease in LDL-cholesterol concentrations, and that there was strong evidence supporting the biological plausibility of the effect. The Panel concludes that a cause and effect relationship has been established between the consumption of oat beta-glucan and lowering of blood LDL-cholesterol concentrations.
Queda claro, por tanto, que el betaglucano de la avena pudiera ser un elemento muy interesante desde el plano nutricional en según qué circunstancias. Del mismo modo, hemos dejado claro también que es la avena en sí la responsable del efecto comentado; es decir, la maltratada avena de toda la vida. Una avena que no puede presumir de abundar dentro de las galletas Avenacol pero que sí bucea entre azúcares. Y he aquí uno de los puntos más lancinantes de toda esta historia. 21 gramos/100 gramos. Lisa y llanamente. Sí, 66 gramos de hidratos de carbono y, dentro de los mismos, 21 gramos de azúcares por cada 100 gramos de producto. Considerando que la OMS aconseja que el consumo de azúcar quede por debajo del 5% de nuestro aporte calórico y que esto significaría que para una dieta estándar de 2000 kcal no deberíamos superar los 25 gramos de azúcar, lo de las galletas suena a broma macabra. Poniendo los números en orden, tendríamos que una ración de galletas nos daría 10,5 gramos de azúcar; pero hemos de recordar que para obtener más de 3 gramos de betaglucano necesitaríamos 3 raciones, lo que supondría 31,5 gramos de azúcar. Aceptando pulpo como animal de compañía y suponiendo que sólo ingiriésemos dos raciones de galletas diarias, igualmente estaríamos metiendo en la sala de máquinas 5 cucharadas de azúcar. ¡Podemos estar de enhorabuena! Nos quedaría una para el cafelito y negocio cerrado. Claro que de todo este asunto no dice nada el seráfico anuncio de Avenacol, donde una anciana con sus niveles de colesterol plasmático por encima de 200 se ve tocada por la bendición de bajarlos hasta 198 gracias a las galletitas. Vamos, que nos cambian 2 mg/dl de colesterol plasmático por un aumento en los triglicéridos y grandes picos de glucosa postprandial. De modo que los números no cuadran, al menos en lo a la salud respecta. A fin de cuentas, son las dietas altas en azúcares y no las ricas en grasas saludables y colesterol las que inciden más directamente sobre el descenso en las partículas HDL y ApoA-1 y el aumento en el número de lipoproteínas LDL y ApoB, especialmente si hablamos de fructosa. Además, recordar cómo hace tiempo que las tornas comenzaron a girar, de modo que son muchos los estudios en cuyos resultados figuran como tramos de mayor seguridad los rangos de colesterol sérico de 200-240 en lo que a la mortalidad cardiovascular se refiere, de igual que el Comité Asesor de Guías Alimentarias de los Estados Unidos se mantuvo terne en su postura en relación al colesterol sérico en función del dietético, recalcando que no existe relación entre ambos. Claro que a los chicos de Adam Foods también cabría señalarles que estudios prospectivos como el de los noruegos de 2011 "Is the use of cholesterol in mortality risk algorithms in clinical guidelines valid? Ten years prospective data from the Norwegian HUNT 2" donde siguieron durante 10 años a 50.000 individuos hallaron que los rangos de mayor seguridad en hombres fueron aquellos entre 200-230 mg/dl y que en mujeres, a mayor colesterol sérico, menor riesgo. Así las cosas, la pobre ancianita del anuncio de Avenacol que acaba dando saltos de alegría por hacer que sus niveles de colesterol caigan hasta 198 mg/dl tendría pocas razones para tal alborozo.
Así las cosas, hemos visto a vuelapluma cómo los hay capaces de hacer de la necesidad una supuesta virtud a base de mañas de trileros. Empresas que libremente eligen crear un conglomerado empresarial al arrimo de los cuales muchos de los problemas actuales de salud son generados y mantenidos en lo que a los países occidentales se refiere, se autoconvierten por ensalmo en paladines de la salud y el bienestar utilizando ardites y artimañas de muy baja categoría. O se camina de la mano del vicio o de la virtud. Tratar de abrazar ambas no es más que un flagrante tributo al cinismo más ramplón, capaces de cambiar de careta según el salón y bailar al ritmo de los timbales que más suenen. Y, claro está, la salud siempre es asunto de todos, menos de aquellos que la merman libremente día a día con sus productos de un modo deliberado. Claro que el recurrir a la tercera edad como reclamo publicitario a fin de colarnos sus miserias es harina de otro costal. ¡Y tanta harina!