A cencerros tapados. Así se mueven. De noche y sin hacer ruido. La alocución hace referencia a la vieja costumbre de los ganaderos de tapar con hierba y barro los cencerros de las vacas y las bestias para así poder entrar en los pastos ajenos a fin de alimentar a sus animales sin ser descubiertos. Cambia el contexto, pero no la picaresca. Si no, que le pregunten a determinados gerifaltes de la industria alimentaria, los cuales se las saben que ni el mago Berlín. Para muestra, un pequeño botón: el de los cereales de desayuno, eso que nos venden no como recomendable, sino como indispensable para el crecimiento y desarrollo de nuestros pequeños.
Pues bien, hace unos años se publicó un trabajo de referencia en el Journal of Nutrition Research en relación a los patrones de consumo de cereales de desayuno de los niños norteamericanos y su impacto en determinados parámetros antropométricos. En concreto, el trabajo analizó los hábitos de 9660 niños y adolescentes entre los 6 y 18 años de edad en base al National Health and Nutrition Examination Survey. Huelga señalar que el trabajo en cuestión estuvo liderado por Ann M. Alberston, del Bell Institute of Health and Nutrition, un centro de investigación que, pese a lo pomposo del nombre, no es más que la cocina de trabajos científicos de la gigantesca General Mills. Es decir, el lugar donde se aderezan y almibaran los productos que pondrán en circulación en cada uno de los supermercados del país para poder referenciar posteriormente en tal o cual medio de comunicación que tal o cual producto no repercute ni tiene impacto en tal o cual aspecto de la salud. Veamos ahora la trampa.
En lo que se refiere a estos cereales de desayuno, sabemos que la dosis de referencia que los fabricantes hacen figurar en el envase es de 30 gramos. ¿Y qué quiere decir eso? Pues que cualquier padre preocupado por lo que su pequeño se lleva a la boca –alguno queda– agarrará la caja de cereales en mitad del pasillo de desayunos del supermercado, fruncirá el entrecejo para afinar la vista y le dará el visto bueno al producto una vez observado que la ración de referencia tampoco posee tanto azúcar. Todo ello asumiendo los 30 gramos.
Volviendo ahora al trabajo de Alberston financiado por General Mills, como era de esperar, las conclusiones fueron que los consumidores de cereales tenían un menor IMC que aquellos que no lo hacían. Sin embargo, la masa mollar del asunto, el nudo gordiano de aquello que nos ocupa es que el mismo trabajo dejaba ver que en los niños que consumían cereales con alto contenido en azúcar, el tamaño promedio de la ración era de 49.1 gramos, mientras que en aquellos otros que consumían cereales con un contenido moderado en azúcar, dicha ración promedia era de 61.6 gramos. Es decir, que nos hallaríamos literalmente con raciones reales que doblan los 30 gramos que figuran en el etiquetado como ración media que ingerimos por cada servicio. Por tanto, la secuencia sería la siguiente. Como fabricantes, hacemos figurar en nuestras cajas de cereales que la ración de referencia es de 30 gramos, la cual se basa en el promedio que ingería un estadounidense en 1977. Posteriormente, llevamos a cabo un trabajo científico basado en unas encuestas nacionales que no podemos adulterar a fin de ensalzar las bondades de los cereales de desayuno. Sin embargo, nos llevamos la sorpresa de que el consumo medio dobla literalmente a lo referenciado en nuestras cajas, lo que en román paladino significa que cada uno de estos niños ingerirá entre 2.5 y 4.2 kg más de azúcar al año de lo que ese buen padre pensó al contemplar la caja de cereales.
¿Y quién mueve ficha con todo esto? Pues nadie. A fin de cuentas, hablamos de un sector que cada año invierte más de 200 millones de dólares en anuncios publicitarios destinados al público infantil. Consignar que, de los 181 cereales de desayuno para niños registrados en la base de datos de EWG Food Scores, ninguno de ellos está libre de azúcar. De hecho, cada niño norteamericano ingiere del orden de 4.5 kg/azúcar sólo a través de los cereales de desayuno, esos mismos cereales que tan necesarios nos hacen parecer. Hacer notar que el consumo medio de azúcar en los niños norteamericanos de 2-5 años es de 53 gramos/día. En el caso de los de 6-11 años de edad, dicho consumo medio de azúcar es de 78.7 gr/d. Cuando nos vamos al rango de 12-19 años, la media asciende ya a 93.9 gr/d, todo de ello de acuerdo al NHANES 2009-2012. En el caso de nuestro país, el consumo medio de azúcares libres en niños es de 48.6 gr/d, mientras que en adolescentes es de 50.8 gr/d, en base a los datos del estudio ANIBES.
Con todo, gigantes como General Mills y similares seguirán sacando sus bestias a pastar a cencerros tapados por las noches, sabedores de las lagunas existentes no sólo en el terreno de los etiquetados, sino en el nivel de conocimiento medio de la población en relación a los alimentos. A fin de cuentas, de la oveja mansa vive el lobo.
Coda: son innumerables las trampas como estas que podríamos desenmarañar y sumar.
-REFERENCIA:
Alberston et al. Weight indicators and nutrient intake in children and adolescents do not vary by sugar content in ready-to-eat cereal: results from National Health and Nutrition Examination Survey 2001-2006. Nutr Res. 2011 Mar;31(3):229-36
Alberston et al. Weight indicators and nutrient intake in children and adolescents do not vary by sugar content in ready-to-eat cereal: results from National Health and Nutrition Examination Survey 2001-2006. Nutr Res. 2011 Mar;31(3):229-36